viernes, 25 de enero de 2019

El baño y las golondrinas.

Sucedió como lo cuento, todo empezó cuando al salir al baño, debo decir que éste estaba lejos, más lejos de lo que uno creería conveniente poner un baño, al salir de ahí, en el frío y ya desnudo, no sé cómo sucedió eso, pero así era, podía ver mi erección y los granitos que asfaltan el camino al ano…El baño estaba lejos, como habrían puesto una letrina detrás del canal en el patio trasero…era un baño al exterior, eso daba una privacidad extraña pero era muy íntimo. Al salir de este, que no constaba más que de dar la vuelta, así desnudo como me descubría vi un sin fin de golondrinas volar. Creo que eso fue lo que provocó la tensión en los cables, era una parvada divina, una ola magnífica de cresta bruñida, que descendió por entre las paredes del edificio que se encumbraba a mis lados, me abrazaba a mí y al baño por entero y en mi desnudez dejé de estarlo, pues me cobijaban las alas casi como terciopelo de estas dulces golondrinas, y de ese mismo modo me despojé de toda gravedad y con su pulso me embanderé en lo alto de mi pudor y escalé sin esfuerzo hasta el sexto piso, el último en este callejón al infinito, me descalcé para usar el sexo de estafeta y pasé de mano en mano, pasé por todas las camas del mundo y todas eran mi cama, sí; sí ya sé, dirán que es un sueño que cuento lo que solo puede sucederle a uno en la cabeza, pero qué tan seguro estás de que tú y tu vida sólo están en tu cabeza, mi cabeza estaba descabezada, estaba descalabrada, cabizbaja, como cabriola engatusada, condenada, doblegada, a cada paso que doy a horcajadas buscando cabo y rabo y nada: lo que a continuación aconteció, es de verdad de maravillarse, pues fue con tal brío y tal donaire que un rufián de hiel errante, herrado a mí hurgó la espesura de mi libertad que no se si en realidad fue tan horripilante, tan nocivo y vacilante como fue la certeza de esas golondrinas que susurraban cerca, tan cerca, fue una experiencia que nadie podría narrar con certeza, se lo aseguro, pues primero habría tenido que experimentar la experiencia contraída, como una infección, igual que una enfermedad, y luego sobrevivir a ella y la memoria de ella, en la conciencia, que ya no existe, de alguien más o de uno mismo, y así vi el lenguado de tres cabezas que se abanicaba con un libro sobre la razón pura y por pura casualidad, quizás era premeditado, no lo sé, se hallaba ahí este rufián, de modo que me escandalicé, por no decir que así desnudo como me encontraba, volátil y desterrado, le hice ver mi vulnerable voluntad; sin más, se desnudó dolorosamente y violó cada céntimo de mi pobre ineptitud, cada incauto rincón de mi anquilosada seguridad, esas valijas desvencijadas de dignidad, las sustrajo como un santo come un gusano de sus propias heridas, voluptuosamente como la pasión de un cristo como grito incontenible que se clava en el silencio más callado, ese que no deja oír nada, de ese mismo modo me embistió la bestia despiadada abominable voraz lasciva y secreta, sin más herraje que mi absoluta perturbación, tan absoluta como el silbante hilo de plata que desfila de mí y así extático vuelvo en mí para alertar a la delicadeza de mi fuerza y suavemente desistir,..así sucedió como lo cuento, que de pronto al salir del baño, qué lejos que estaba!

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