miércoles, 3 de febrero de 2010

madero en la tempestad

Y si yo tuviera las alas con las que emigras de mí,

si míos fueran esos aleteos que al piso empanizan

cada que partes en diminutas distancias físicas

en abismos solipsistas de una relación varada

De haber sido yo el que despegara

sin rumbo

habría enfurecido al calce del cielo lejos

si no encontrase nido o percha

Habría, por supuesto, olvidado que no tengo alas

que no vuelo

Me habría lanzado sin más al abismo

al diluvio, a su caída, a la torrente luciendo como islote

fungiendo como madero en la tempestad, mi ilusión

dulce apapacho de la conciencia volátil y desapegada

a las raíces ignora tan sólo la cresta, la copa, la cúspide

acaricia como se hiende ligera la mirada que pasa

y se va.


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