Tuve un dolor
que no se va
lo tengo escondido
no sabe si hay salida
me duele si lo descubro
pero velado tras su guarida
me sana y adorna la memoria
Es la piedra angular de todo
mi placer
es el meollo del amor
lo alimentan las sonrisas
tus caricias y promesas
lo acallan y le dan fuerza
las palabras de ternura
las miradas que embalsaman
esas mentiras que se degradan
en espinas futuras
Es peligroso y efusivo, es un dolor alegre
que dice que se irá cada vez que siento el vértigo deseo
éste cae y miro que no se ha ido el dolor que me contiene
En su claustro desarrolla tratados y vulgatas
medita sin intervención cuando mis manos
estrechan las flores, las cartas, los presentes
se prepara para perpetrar su cátedra postergada
invención del donarie que se esfuma reticente
presiente el marchitarse, el archivarse, el estancarse
apresta su dictamen y es pleno al lastimarse
ese dolor que tuve al menos un instante
me duele siempre que vuelve
el amor sosteniendo su pañuelo
el que deja de calar
el que dice “esto ya me había pasado…”
Atónito se sienta este dolor que se regodeaba solitario
al ver el pulso cálido y extraño golpeando las puertas de su celda
Habiendo renunciado al estaco, se retira suponiendo
que dormirá sin frenesí un perpetuo sueño seco
A mi cuerpo lo abraza la compañía eterna
y estruja al templo, habita el nártex
departiendo en el refectorio, seduciendo el locutorio
sin embargo el umbral atesta y percibe el uso de la puerta fúnebre
al fin cierra la hospedería
la ermita, intacta
y vuelve siendo que se ha ido una terrible vez más.
Ese dolor que tuve que nunca se ha ido
pasea solo por el claustro y duerme en la sala capitular
ordenando el escriptorio, resanando el mandatorium
lóbrego monasterio sin sentido sin hábito o plegaria
aguardando el día secreto
maravilloso y legítimo
en que el dolor que tuve
por tus besos
no predique más su lamento.
Esavinni, el día que te volvería a ver.
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