Quiero izar la
alubia vela
de mi enhiesto
mástil
en la leal popa de
tu bergante
Henchirla con los
soplos
del barlovento
punzante
mientras crestas
espumosas
de tibio mar
naufragan
sobre el frío pecho
del Almirante que no
mira atrás
sino encara el motín
de la blancura
de tus dulces nubes
como pompas
que reposan
violentas
sobre mi horizonte
oscuro.
Quiero surcar el
húmedo paso
que tu arrojo abre
tras de sí
navegando en
tormenta blanquecina
Amarrar a tus nudos
el vigor de las
vergas ecuánimes
cuando el timón
inmóvil
apuntala el socavón
inundado de la tierra
a la ruta certera
del inefable misterio
marino, arcaico y
suntuoso
que se mece como
esperanza
que se ahoga como
deleite
en la balsa falsa
del polizón farfullero
de este acorazado
baldío.
Que en tu cubierta
franca se
embarcan los
tesoros, las gemas ardientes, los ajuares lustrosos
y el ancla blindada
como báculo
del navío
impermeable de mi intención,
tridente desbocado
en oleajes equinos,
encalla en el flujo
de tu huida,
como elude un cuello
fino un beso furtivo,
amargo elixir que te
empapa de babor a estribor
con trepidantes
maremotos del delirio,
se ase a ti como
driza tensa del puño
de la vela que
respira
la lujuria de un
Pirata
que te lo roba
que te lo ha robado
todo.
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