miércoles, 13 de junio de 2012

El camino que pasa detrás

Al fondo, dominando el espacio, un muro imponente que en su extremo izquierdo arriba, con una sensación de lontananza, una pequeña puerta de madera guarda algún secreto. A plomo de ella, en el piso inicia, o termina, una escalera: unos peldaños formados de la misma piedra del muro colosal que lo recorren de izquierda a derecha y se pierden en el extremo derecho arriba, más arriba que la puerta al otro lado. Hay un descanso que divide el muro en dos, va de un lado al otro. En la parte inferior del muro a la derecha hay unas ventanas, también de madera, una entre abierta. Al borde de este escenario se distingue un camino; es una vereda vieja que recorre todo el exterior, o interior, de lo que este muro esconda para quien esté del otro lado y hasta donde llegue.
No sucede nada por un tiempo, suficiente para hacernos entender que ha pasado casi toda una estación. Es invierno.

Vienen dos viajeros por el lado derecho. Se les ve, por supuesto, agotados, que llevan recorrido un largo trecho, lo suficiente para hacernos entender que esto que vemos frente a nosostros se extiende leguas de aquí...y ahora. Uno es mayor que otro, quizás sea su padre, quizá no. Vienen cargando unos costales y los dos llevan un morral de cuero y cinturón colgando de éste un cuchillo, siendo el del mayor, claro, más grande que el del joven.

El joven va por delante, al cabo de unos pasos el cansancio se descarrilla un poco.

El Mayor sin detenerse: No salgas del camino.
El Joven: ¡Bah, viejo imbécil!
El Mayor: Vuelve al camino.

El Joven se detiene.

El Mayor: Vuelve al camino.
El joven se ríe: No eres nada simpático.
El Mayor se detiene: ¿Quieres que te ate otra vez?
El joven, cínico: Me cansé mucho la otra vez, no gracias.
El Mayor: Vuelve al camino.
El joven: "Si no sigo el camino me voy a perder..." ¡Si no sé a dónde voy!
El Mayor tapándose la boca con un pañuelo: ¡Al camino! Aquí huele muy mal
El Joven camina para retomar la vereda, deja la carga.
El Mayor: ¡La carga!
El Joven ya en el camino, cruzado de brazos: No puedo salir del camino, no puedo ir por ella.
El Mayor: No te lo voy a decir otra vez. Te quedarás aquí, si no traes la carga.
El joven: Necesitas que te ayude a cargar, no soy imbécil.
El Mayor: Si lo eres.
El joven: ¿Quieres mi ayuda o no?
El Mayor: ¿Me lo preguntas a mí?
El joven: Vete. Déjame solo, aquí en el frío... y la mierda.
El Mayor deja su carga.
El Joven: ¡La Carga!

El Mayor saca de su morral una cuerda con la que evidentemente lo ató la última vez. El joven entiende. Va por la carga quejándose del mal olor. Al cargar los cosatales se resbala.

El Mayor: Además de imbécil eres torpe. Levántate rápido.
El Joven: Ayúdame, viejo brabucón.
El Mayor orando a algún dios de la tierra, hacia el piso: ¡Ayúdame con este bulto que tengo que arriar!
El joven: Pierdes tu tiempo con los... ¡Dioses!
El Mayor ayudándolo al fin: Sí, ellos me abandonaron desde que cargo contigo
El joven mirando estupefacto a la pared: No, no...digo que: ¡Dioses! ¡Mira eso!

El Mayor timidamente voltea y cae de espaldas: ¡tierra que cimbra!
El joven: ¿Dónde estamos?
El Mayor: ¡Qué lugar...!
El joven se levanta: Tenemos que ver qué hay del otro lado.
El Mayor vuela a estar en pie pero resbala y cayendo de bruces: ¡Detente!
El joven avanzando a resbalones: ¡Puertas! Escaleras...
El Mayor aterrado: ¡Te digo que pares! [va tras él]

Un estruendo, un trueno producido por algún tambor ejemplar suena a distancia, pero inhunda el espacio y calla el momento.


Oscuro.

Se escucha una suave melodía de algún instrumento ya perdido, se sienten los años que han transcurrido en quien sabe donde. Se ilumina el espacio y descubrimos un acojedora recámara, seguramente pertenece a alguna dama de sofisticado gusto de una época determinada de un mundo fántastico y palaciego.

Entra, o mejor dicho, sale la Dama vistiendo algo sumamente ligero después de un baño placentero.

La Dama llama: ¡Clementina!
Clementina sale del baño: Aquí vengo.
Dama: Anoche las orquídeas abrieron
Clementina: Fue en su sueño, mi señora, fue en su sueño.
Dama: Las orquídeas.
Clementina: En su sueño. ¿La visto ya?
Dama: Sí, Clementina.

comienza el ritual

Clementina: Sólo quedan algunos pollos.
Dama: empecemos con los bueyes entonces.
Clementina: No son tantos.
Dama: Deberá terminal algún día
Clementina:
Dama: No lo digas.
Clementina: No resistiremos.
Dama: Moriremos.
Clementina: Mi señora.
Dama: No rezongues, hemos de morir algún día.
Clementina: Tantas veces que he oído eso, y no ha llegado el día. Listo.
Dama: Dile al cocinero que no use más pollos. Los bueyes. Que sale alguno… Y las orquídeas, Clementina. Dile que sazone todo con orquídeas.
Clementina: Pero.—
Dama: Nada. Haz lo que te digo.









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