Qué tufo enegrecido
lleno de sangre y vomitivo…
Cada nota es una cuchillada,
un zafarrancho es un jolgorio,
un homicidio, un apetitoso
roer de huesos huecos.
Si una horquilla torna
las almas extirpadas del cielo,
el anís estrellado comba
las víctimas de perfumes indelebles.
Si la enraizada tortura blanda
sucumbe a la inanición de los muertos,
el estanque de la serenidad
se desborda enloquecido.
Cada reportaje deambula entre
los persistentes espejos necios
y las babas que escurren del hambre.
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