martes, 11 de noviembre de 2014

Los que escuchamos.

Pasó uno y las algarabías de campaña
la feria multicolor
la hipocresía carnavalesca
se perfumó del más podrido olor a
reclamo e injusticia
pero nadie se movió cuando
mataron a esos
desaparecieron a los otros
callaron a estos
y hubimos los que solo escuchamos
y dejamos pasar

Pasó otro y otro más
un payaso incólume
y un borracho pedante y socarrón
un alto megalómano gandaya
y un chaparro acomplejado brabucón
El primero, la paz de las enfermedades sacudió
y el otro alimentó la enfermedad, no al enfermo
Ya no hubo paz, ni enfermos
solo enfermedad.

Y nadie se movió
ni después de haber probado la sangre
que gotea de los techos
ni el fétido olor a muerte
que mana de la sopa ardiente
o la pútrida escoria que se acumula en la periferia de los ojos;
hubimos los que nos tapamos las narices
y escuchamos
quizás hablamos
calladito
no vaya ser el diablo

Enervados, desnutridos, golpeados
amantes de nuestro captor
enamorados del idilio de la estupidez
la banalidad y la cínica vejación de todo principio humano
encaramamos a un príncipe endeble
de papel demasiadas veces reciclado
empapado de una brea color rubí.
Y ahí está ahora, moviendo
todo el estiércol que sus fabricantes
han producido
toda la porquería y la nociva selección
de todos los males del mundo
envueltos en una angelical caja de pandora
que se retuerce por el asco de su contenido.

Y ahora cuando la mierda está muy alta
cuando ha invadido nuestros oídos,
manchado nuestra visión,
y ahogado nuestras palabras;
ahora queremos salir del fango
cuando ya no hay alaridos de perdición y angustia inminente
ya no hay quien se queje, ni quien haga por ti:
Cuando ya no hay qué escuchar
habríamos de actuar.


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