El delincuente se confiesa…
la merma, el despojo
y la muerte se asoman
buscan la risa del desenfado
de la inclemente inconciencia
del olvido miedoso
y renuente a la justicia plena.
El universo no juzga
la energía no inventa
el amor no existe
y el odio es la sombra debajo de las
hojas.
Solos, desamparados, vacíos
hemos erigido la moral como alma de la
vida
discernimos y asociamos
lloramos y comemos
todo nos duele, porque todo lastimamos.
Queremos venganza, y la pálida excusa del
bien
Queremos Estado e izamos a monarcas
saltimbanquis
deseosos de invectivas del poder
para poder sentir deseos de grandeza
y caer brutalmente sobre los cadáveres de
nuestros abuelos.
Blandimos la bandera de la paz atada a un
sable
y apreciamos el desfile pusilánime
de las alegrías comerciales
la pasarela de los valores tenebrosos
que apilan desahucios y conformidades.
El arrepentimiento, la confesión
el perdón, la transigencia
salpican una y otra mejilla de excremento
y lamemos pasivos y aburridos
el bolo, hijo de la mentira que ahogó
nuestros cimientos.
“Ya vendrá a juzgar vivos y muertos?”
El apocalipsis lo dosificamos en
episodios
reinventamos el fin con parsimoniosa crueldad
y huimos de la vida, fanáticos del miedo.
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